MAGISTERIO DE LA IGLESIA
En punto de fe y costumbres hizo Dios a la Iglesia partícipe del Magisterio divino, y, por beneficio también divino, libre de error (León XIII, Encíclica "Libertas")
Nunca más actuales las palabras de Denzinger en el prefacio a la primera edición de su obra: "Entre los muchos males que la inicua condición de los tiempos ha traído a las escuelas católicas, lo que señaladamente daña a los estudios teológicos es el hecho de que muchos ignoran o descuidan los que se llaman documentos positivos del creer y obrar, sancionados por pública autoridad de la Iglesia, y se entregan demasiado a su propio ingenio".
El objeto del Magisterio Eclesiástico no es proponer nuevas doctrinas o nuevas revelaciones, sino defender y exponer el depósito de la fe, es decir, las verdades reveladas por Dios a los Apóstoles y por ellos transmitidas a toda la Iglesia, tanto en la Sagrada Escritura, como en la Tradición oral. Realmente Cristo al enviar a los Apóstoles con la misión de enseñar a las naciones, les había encomendado que enseñaran todo lo que Él les había dicho; y al prometerles el Espíritu Santo había afirmado que Éste les enseñaría todas las verdades. Por tanto el objeto del Magisterio de la Iglesia es todo lo que Jesús enseñó a los Apóstoles por sí o por el Espíritu Santo: a la muerte del último Apóstol la revelación pública quedaba ya cerrada, el depósito de la fe ya estaba completo.
Es este depósito el que San Pablo entrega a Timoteo, como los otros Apóstoles a sus sucesores, recomendándoles que evitaran toda nueva doctrina y que fundaran toda su predicación sobre los cimientos de los Apóstoles y Profetas.
Y desde un principio la preocupación constante de la Iglesia fue mantenerse fiel a esta consignación apostólica, considerando como falsa toda innovación en materia de fe.
http://www.statveritas.com.ar/Libros/Denzinger_PDF.zip
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